El Real Madrid en busca de un estilo

La sensación desde que Guardiola llegó al Barcelona es que el Real Madrid tenía dos caras. Por un lado la flamante autoridad con que asestaba estocadas mortales a cualquier equipo que se interpusiese en su camino (exceptuando algún lapsus europeo o los inexplicables errores contra equipos de la parte media-baja de la tabla en Liga), y la machacante inferioridad con que afrontaba los choques contra el conjunto blaugrana.

Más concretamente, desde la llegada de Mourinho, el club blanco se caracterizaba por ser prácticamente infalible en ataque. La calidad que emana de las botas de los hombres más adelantados hacía que con tan solo un par de destellos en el centro del campo las jugadas de gol naciesen sin aparentar apenas esfuerzo. El equipo merengue hizo, además, del contraataque su mejor arma. Pases imposibles de cuarenta metros después de un robo en la zaga o carreras vertiginosas por las bandas provocaban algo más que temblores en el área rival.

Ahora bien, todo esto parecía desvanecerse cuando se trataba de hacer frente al eterno rival. El conjunto blaugrana, ordenado perfectamente desde las botas de jugones como Xavi o Iniesta, cubierto con una linea de defensas como Puyol y Piqué, de una contundencia y eficacia cortante, y culminado con la calidad de un genio como Leo Messi en el ataque, hacían pequeño a un equipo en el que tan solo podían brillar de vez en cuando un par de estrellas.

De nada sirvieron los acosos obsesivos a piezas clave, frenar a Messi a costa de lo que fuese, tapar a Xavi con una presión asfixiante, u organizar el juego en base a un trivote defensivo que a veces generaba más estorbos que solvencia. Tarde o temprano, el juego del toque tras toque que generaba el Barça acababa haciendo evidente lo inevitable: si les dejas el balón estás muerto.

Ayer el Real Madrid mostró una cara bien distinta, y tuvo que ser en campo ajeno y con un resultado en contra por remontar cuando por fin parecieron encontrar la vía para jugarle al Barcelona de tú a tú y conseguir inquietarles. Mucho se ha perdido en el camino, muy elevado ha sido el coste. Mourinho ha buscado tantas formas para frenar a los culés como oportunidades para hacerlo ha tenido. El catenaccio no fue efectivo, y levantó ampollas en el seno madridista cuando se hizo en Concha Espina. No era posible que el único equipo capaz de hacerle frente a este Barça se encerrase atrás a la espera de una contra. No era admisible la violencia con la que jugadores como Pepe se empleaban en la tarea a parar los ataques del rival.

Ayer se empató en el Camp Nou en un partido que, probablemente, haya sido el mejor Clásico de los últimos años. El encuentro pudo haberse decantado del lado visitante, los blancos hicieron un partidazo, pero al final no fue suficiente como para pasar la eliminatoria. No obstante, los aficionados merengues han sufrido menos esta derrota porque, al menos, vieron cómo los suyos miraban a los ojos al Barça sin complejos. Pero quizá no es oro todo lo que reluce, y puede que en las gradas del Bernabéu deban plantearse que la alegría no es tanta porque, aún pareciendo jugar mejor, siguen teniendo un obstáculo que los separa de los títulos, el FC Barcelona. Quizá este sea el año y se alcen con el título de Liga o el de Champions (o los dos), pero para eso aún queda mucho. Al menos pueden presumir de haber encontrado el camino.

Saludos en tinta