martes, 7 de diciembre de 2010

Derek Redmond, una historia de superación

(Derek Redmond, corredor de 400m lisos, y protagonista de esta historia)

Corría el año 1992, y en España se celebraban unas Olimpiadas, las de Barcelona. Derek Redmond era un atleta al que la suerte y las lesiones no le habían acompañado últimamente. En los anteriores Juegos Olímpicos de Seúl 1988, Redmond fue obligado a retirarse a pocos minutos de comenzar su serie de clasificación, y en los meses que precedieron a los del '92, había sido operado hasta en 5 ocasiones, dejándole tan sólo 4 meses para prepararse tan importante competición.

Llegó Barcelona, y todo le pintaba fantástico. Registró el tiempo más rápido de la primera ronda, y en los cuartos de final la suerte no fue distinta. En las semifinales se perfilaba como uno de los favoritos para pasar a la final, con opciones de ganar la misma. Corría por la calle 5, y la salida fue tan impresionante que al finalizar la primera curva se encontraba en cuarta posición, algo muy positivo. Aún le quedaba la siguiente curva para recuperar la comprensatoria de distancia de una pista de atletismo. Su ritmo era bueno y las espectativas mejores.

Poco antes de entrar en la última curva, Derek dice que escuchó un "crack" en su pierna derecha. Mientras la carrera seguía, el velocista se echó al suelo. Un tendón de su muslo derecho se había roto. No podía ser cierto. De nuevo, a las puertas de la gloria, una de las más dolorosas lesiones se había cebado con él. Él recuerda ver al resto de atletas continuar corriendo, y mientras se acercaban las asistencias pensó que si empezaba a correr de nuevo quizá podría alcanzarlos.


Cojeando, empezó a correr de nuevo en dirección a la meta. Entonces se dió cuenta de que ya no podría cogerlos jamás. Su cabeza reaccionó de una forma admirable entonces. Se dijo a sí mismo que prefería ser vencido por sus rivales que por su propio cuerpo. De modo que, aguantando los terribles dolores, siguió su camino hasta la meta.

Su padre, Jim Redmond, se encontraba viendo la carrera en la décima fila de la grada, justo en la curva en la que su hijo se acababa de "romper". Saltándose toda la seguridad, entró en la pista. Su primera intención era pararlo, porque se podía hacer más daño. Pero al llegar junto a Derek, éste le dijo que sólo le mantuviese en la calle 5, que él iba a llegar hasta el final. De modo que padre e hijo llegaron juntos hasta la meta.

El dolor físico fue superado por el dolor mental, la derrota, pero el atleta hizo muestra de su gran espíritu de superación para continuar su carrera y poner en pie a los más de 65.000 espectadores que se congregaban en aquel estadio olímpico. Cuando veo las imágenes aún se me siguen poniendo los pelos de punta. El primer día que lo ví me emocioné.

Saludos en tinta.

5 comentarios:

  1. una historia emocionante, sí. Ya estuvimos hablando de ello ayer.

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  2. El tipo tenía tantas pelotas como mala suerte.

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  3. Si, ya conocía la historia y ver cómo llega llorando a la meta...es doloroso.

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  4. Joder pos yo no conocia esta historia, pobre hombre

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  5. la perseverancia es el poder mas fuerte que hay y mas que eso proviene de dios esa fuersa de volunta y haci como el padre fue a yudarlo a si mismo estaba dios ayudandolo desde el principio y hasta el final

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